La persecución aumentó, caminaba de puntitas para acallar el crujir de la madera. Ayer fue la última vez que salí del cuarto. Desde lejos, sentía su aliento. Conocía la rutina de mis necesidades. Los segundos extinguían el aire que aún conservaba el departamento. Cuando niño también me escondía, apoyaba la cabeza contra la pared y permanecía inmóvil cubierto por unas vigas. En ese entonces usaba el camuflaje para evitar la lluvia de puños de los otros niños. Presiento que sigue tras de mí. El terror me impidió dejar la cama. Quiero seguir abriendo los ojos. Escuché el rumor de su plan para también gentrificar mi cuerpo.
