Vibró el cuenco portador del agua
y su existir de imagen quebrada
despertó en nuestra memoria
la inicial catástrofe.
Ese día oscuro
un hilo de luz
desde adentro
atravesó nuestros párpados.
Inexorable
la clepsidra
empezó a robar el tiempo
y las voces alzaron su murmullo.
Silencio
Jamás pronunciará nadie nuestro nombre.