Fetal
El cuerpo se me contrae
de nuevo.
Y no en función
de las pulsiones diletantes
del último encuentro
entre mis manos y una humedad
oscura
que es mía,
me pertenece.
Me contraigo con un ritmo
de coágulos inciertos,
al filo del corrientazo que va y viene,
que me habita ahora
más allá del vientre.
Un latigazo que me recorre,
se adhiere a
la espina dorsal de
abajo para arriba
y me tiempla
y me dobla.
Si me vieran,
se preguntarían
cuándo me pensó Fibonacci.
Tal vez
el desagarro interno es
como un llamado de la tribu.
Una pulsión
que reniega el desarraigo,
una necesidad certera
de unir cabello y rodillas
como resguardando,
como sintiendo que se es
de nuevo
resguardada.
Como buscando
la tibieza
de una madre
ausente.
El cuerpo se me contrae.
Otra vez.
Sin tregua.
Ilustración: Camila Herrero.
Instagram: @cherrero.21