5 percepciones de agosto
1
Me convierto poco a poco en ese ser que transita entre los miedos de los niños y jóvenes. No es un acto de transmutación sino de sinceridad. Cuando era el amante de cobija unilateral y flores a la puerta, temía que llegase una de esas sombras que te hacen dejar de suspirar por un beso, por un encuentro. Huí muchas veces de la idea de que se debe amar para siempre a la persona que niega a cambiarse de piel con el tiempo, temiendo incluso estar sentenciándome a mi mismo con la premisa. Pero cubierto de porquería, escucho los rumores de la gente que me señala como la violenta representación del desamor y el descaro. Yo abrazo esta piel que me crece debajo, la abrazo fuerte porque se que en mucho tiempo podría ser lo único sincero que se aferre a las comisuras de mis brazos. En el reflejo del charco de gargajos que me regaló la sociedad, apenas puedo identificarme. La sonrisa sincera que se imprime en mi rostro me delata.
2
El amor siempre es más complicado que como te dicen los libros, pero más sencillo que lo que te dice la conciencia. Una sábana compartida, un par de manos que se entrelazan a espaldas del mundo, una pareja que duerme en una cama con más gente y que aprovecha para besarse entre las oscuridades varias del alcohol y la noche, son todas señales de que entendiste mal esa clase que te dio el curita en la escuela, es la señal de que todos lo entendieron mal (posiblemente hasta el cura). El desamor se distingue más por la crudeza de los hechos. Es más fácil ver una paloma estrellada en una pared si esta es blanca y contrasta con la sangre de la derrota anticipada. Cuando pensemos que el dolor resulta de una decisión mal tomada, es necesario que nos detengamos a considerar que, a lo mejor, el error venía desde más atrás. Quién está enamorado no se deja llevar de otras miradas, reclaman las abuelitas a los nietos que tienen más de una novia; como si fuera tan fácil dejar el cigarrillo encendido, tambaleándose entre el cenicero y la carpeta de mimbre que se quemará al contacto. Siempre estamos jugando a más de un equipo, pero es mejor ponerse una camiseta, para que le duela al público cuando esta sea reemplazada por otra, en alguna compra de pase, o en algún cambio de corazón.
3
El dilema no está en el beso sino en el cambio de labios. Sí los sentimientos son igual o más fuertes que antes, sabrás muy en el fondo que el cambio empezó hace rato, y que transmutar de una mirada a otra no es un acto sencillo pero sí letal. El daño que tu cabeza experimenta cuando ves el alma de un mortal volverse humo frente a tu boca, es irreparable, como si alguien te dijera en el oído, el resto de tu vida, que puedes correr a ese horizonte y que llegarás para la cena con una puntualidad envidiable. La carencia de este humo (pequeña esencia en llamas consumida dentro del suspiro), aunque los labios y los genitales hayan conseguido retozar como tostándose en el tiesto de las buenas costumbres, sólo puede significar que algo dentro murió, que algo dentro de ambos, necesita repuesto.
4
Todo es mi culpa, aunque me iba a casa con las manos secas y el corazón alquilado. El si se buscó o no la excomulgación de la iglesia de las buenas parejas, honradas, fieles y bendecidas por Dios, escapa a la realidad que se ha vertido ya sobre un razonamiento que se quedó corto frente a la avalancha de sensaciones. Tengo la culpa por no verlo venir antes, tengo la culpa por haber permitido que mi cabeza abra el serramiento, tengo la culpa por no haber puesto un candado o una cadena que dijera a los foráneos que la propiedad privada empieza desde la señal y no desde el corazón desnudo que agoniza unas cuadras más allá. La transformación está llegando a su fin y ahora tengo frente a mi dos habitaciones que se ven cómodas, pero las trampillas que encerrarán mis piernas en una de ellas me invitan a escoger. Que alguien le diga a la sociedad que detesto las elecciones, que alguien le diga a la vida, que desde antes de ser culpable, la decisión ya estuvo tomada, pero nadie se molestó en avisarme.
5
La transformación está completa. Somos ahora un producto mixto entre la podredumbre del ser humano y su propia naturaleza incomprensiblemente buena, disfrutable. Hay peores cosas que escupir al cielo; cuando a uno ya le han dado escupiendo, la cara recibe el gargajo como a un viejo amigo, incluso lo espera. Tal vez sólo me cansé de vomitar «te amo»s, esperando retribuciones y no aplausos. Y aquí, en otra piel, rodeado de miseria, desaprobación, odio, arrepentimientos varios y una terrible sensación de terror que supuran las paredes y ojos en este nuevo estadio; aún aquí, lo único en lo que puedo pensar ahora, irónicamente, es en lo feliz que me hace esa sonrisa, la que provocó todo.
Y también sonrío, ya sin vergüenza.
Tierra 1.5
En el espejo de mi cuarto permanece tu reflejo
un grito ahogado que rechina en las sombras
un deseo que persiste entre recuerdos impúdicos
La habitación, ahí adentro
parece ser tan ligera como el silencio
piernas en siluetas que se enredan en el cuello
del reflejo de mi cara en el fondo del espejismo
Me pierdo en la evocación del cómo me miras
ese cruce entre mis ojos y los de tu reflejo
y los míos de nuevo
Un suelo curvilíneo y distorsionado
donde aún duerme tu recuerdo
acostado e inmortal
sexy y distorsionado
Pero debe de ser cosa mía
esa ilusión de todavía buscarte
entre los rincones de mi cuarto
ese que dentro del espejo
se ve como si aún fuera tuyo
Posibles catástrofes cotidianas
Como ese libro que se niega a terminarse de escribir
salto en las páginas de un barco que se desvía
entre las palabras que el auto corrector se niega a olvidar
La playa no sirve como aliciente
pero las curvas de tu baile
sí consiguen ponerme a flote
No buscamos este naufragio
no conscientes de las olas que te arrastran al vacío
hacia el pecado honroso
Pero el susto
el cargo de conciencia
todo vale cuatro hectáreas
cuando en la discoteca
sentado como buen energúmeno
me distraigo por sobre los vasos
deleitándome con la danza
de unas caderas que se me antojan ajenas
a ratos
Un bamboleo de caricias potenciales
que salen directamente
de las páginas del puerto
donde escribí un día
el comienzo de la historia
El ser humano
es el único mamífero anfibio
que prefiere nadar a través de los problemas
de un amor que trajo la marea
antes que quedarse en un sillón citadino
con comodidades y conformidades
El vivir en este torrencial de anécdotas
no sólo nos colma de responsabilidades adquiridas
también la condición humana está llena
de malas…
(¡No!)
buenas decisiones