Contigo podría esperar el amanecer;
llegar a casa
y escuchar la estufa encendida,
con unas notas de jazz aderezándola,
y el amargo sabor del café en tu boca.
Contigo recorrería el mar,
desnudo,
mientras la brisa
golpea tu rostro
bajo el relámpago del sol,
la arena bajo tus pies.
Y un crepúsculo
guardián de abrazos
y sonrisas…
Pero muero de ti,
tu voz está ausente,
he perdido tus caricias
en medio de unos labios rotos.
No te encuentro
y mis ojos van quedándose ciegos,
perdiendo la luz,
de las canas y el polvo.
Estiraré mi mano
para que la alcances,
en el delirio de la imaginación,
que te sabe mía sin tenerte.